El pueblo granadino de Capileira, a 1.500 metros de altura, conserva una fiesta de la castaña de los años de repoblación
La denominación de Capileira, un pequeño pueblo de 450 habitantes en lo profundo de la Alpujarra de Granada, suele llevar a engaño. Uno podría pensar que se ha perdido en los Ancares y la sinuosa carretera por las faldas de la montaña reafirmarlo. Pero no, ni es Galicia ni su topónimo es gallego. «Viene del latín medieval, de la palabra cabellera. Porque somos la localidad situada a más altura en el valle del Poqueira», dice José Fernando Castro. La hermana del alcalde de Capileira investiga ahora el árbol genealógico de su familia y, en extensión, el origen de sus apellidos. Pero por el momento, las pistas mueren al pie de la cordillera.
«Es verdad que aquí hay muchos Castro y bastantes apellidos gallegos», dice el regidor. Porque encontrarse a un Portela en la comarca tampoco sería casualidad. El historiador Manuel Vallecillo, que realizó el estudio previo a la descripción del escudo y la bandera del pueblo, estima que el nombre de Capileira ya existía antes de la llegada de los musulmanes y que resistió por la persistencia de la población mozárabe, desechando la teoría de que se originase con la repoblación de gente del noroeste tras la expulsión de los moriscos.
Vallecillo calcula que en el valle del Poqueira se establecieron a finales del siglo XVI 26 familias de origen gallego, el 37 % del total de repobladores. Y su herencia, pese al paso del tiempo, se ve en el paisaje. El castaño es uno de los árboles que vertebra la fiesta más apreciada en Capileira. Porque la Mauraca es, en cierta manera, un magosto a la granadina en el que los habitantes del pueblo se reúnen en la Plaza Mayor para asar el fruto el día 1 de noviembre. «Aproximadamente el 90 % de la Alpujarra, en la época de los musulmanes, estaba plagada de moreras para vender la seda. Ahora son casi un adorno. Y sabemos que los castellanos no plantaban castaños, así que su origen es obvio», dice el alcalde.
Beatriz Gutiérrez, una coruñesa que vive en el pueblo, llegó hace 40 años y ya no se marchó. Ahora, tiene 63. «Estaba en Almería con unos amigos, pero echaba de menos el verde. Vinimos aquí de escapada, pero me gustó tanto que alquilé una casa y me quedé», cuenta. Allí, se topó con la Mauraca, festejada de forma ancestral e incluida en el calendario local de forma oficial desde el año 1991. «Antes se hacía a nivel familiar, pero desde hace tiempo se realiza en la plaza», explica. El Ayuntamiento costea las castañas y también el anís, que antaño se dejaba en los ventanales en señal de amor.
Las ferias de ganado
Con un lápiz, José Fernando Castro traza una línea de oeste a este en la Alpujarra. De Pampaneira a Ugíjar hay casi 16 pueblos. Las ferias de ganado fueron, en la gran mayoría de ellos, el punto de encuentro para los vecinos de la región. Y ahí, se explica, en parte, el tránsito de los apellidos de una punta a otra por los matrimonios que surgieron con el tiempo. «Era donde se conectaba la gente. Las comunicaciones eran malas, pero siempre había quien que se casaba con otros de aldeas lejanas», indica Castro. Él sospecha que su abuela por vía paterna era de Pórtugos, a veinte minutos en coche y a saber cuántos andando en pleno invierno.
Del sol de Málaga llegó hace dos años Margarita Gallego, una viguesa que regenta una tienda de recuerdos en el pueblo buscando la tranquilidad. La encontró y, además, se sorprendió con hallar tradiciones de su tierra. «Desde que vine a Andalucía, es la primera vez que veo una fiesta de la castaña», dice.
La otra España vaciada
A medio camino del Mulhacén, donde se vislumbran las cumbres nevadas, Capileira es un pequeño refugio de paz donde antaño hubo irreverencia a los reinos. El turismo sigue siendo el motor económico del pueblo, pero ahora preocupa la despoblación. Allí viven cinco pintores ingleses y mucha gente en busca del retiro, pero los jóvenes se van.
«Hay quien viene por la nieve, otros por la cabalgata de Reyes y a menudo por el senderismo, pero los que nacen aquí se marchan buscando oportunidades», dice el alcalde. Sin embargo, casi todos vuelven por el 1 de noviembre, por la Mauraca. Y Beatriz, que no olvida sus orígenes, celebraba el pasado fin de año en la Plaza Mayor invitando a una queimada.