El próximo fin de semana es perfecto para darte una escapada, ya sea con tu pareja, familia o amistades. El viernes es el Día de los Enamorados y Catifalarga te propone un menú que se compone de aperitivos, entrante, plato principal y postre.
Este menú tiene como entrante mejillones tahi al curry amarillo, con leche de coco, citronella y hojas de lima kaffir, regados con cilantro, un manjar de dioses y El principal un pulpo en costra de pimienta y té ahumado, se acaba a la brasa, servido con una parmentier de raiz de apio y berros, una mezcla sutil de sabores que te mandan al cielo y para terminar, un postre italiano, un Sgropino siciliano, sorbete de limón, vodka, un toque de menta, un homenaje a viejos tiempos, ideal delicia digestiva.
El menú tiene un precio de 35 € por persona, en los que no están incluidos el vino, agua y café (Iva Incluido). Los interesados en reservar pueden hacerlo acudiendo presencialmente a La Alojamiento Rural, llamando al número de teléfono +34 633 183 589, o escribiendo a la dirección de correo electrónico bookings@catifalarga.com
Catifalarga en el Pueblo de Capileira ha diseñado un menú especial para todas aquellas parejas que quieran celebrar en el lugar el próximo viernes 14 de febrero el Día de San Valentín.
Planes románticos en Capileira
Las Lupercales
Uno de los rituales de la antigua Roma con más carga sexual y cuya finalidad era la exaltación de la fertilidad, era la festividad de los Lupercales, que cada 15 de Febrero se realizaban en torno al monte Palatino.
Su nombre deriva de lupus (lobo), en referencia al Fauno Luperco, romanización del griego Pan, dios de los bosques, la agricultura y el pastoreo. Luperco era el dios de la fertilidad y de la sexualidad masculina desenfrenada, dotado de una gran potencia y apetito sexual.
Significado de las Lupercales
En esta festividad se entroncan los mitos fundacionales de Roma así como con los ritos de purificación y preparación ante la estación de fertilidad que se avecina. Ya que el 15 de Febrero marca el final del invierno y la proximidad de la primavera, por lo que es necesario celebrar ritos propiciatorios para obtener una buena cosecha.
Es decir, la Lupercalia es una fiesta de purificación colectiva, donde se usa la flagelación como símbolo para transmitir las energía fecundadora y la virilidad del macho cabrío, personificado en los jóvenes Lupercos, como portadores de una vitalidad relacionada con la naturaleza salvaje.
Reconstrucción del panel de las Lupercales del Ara Pacis.
Como curiosidad añadir que el origen del nombre del mes de Febrero está relacionado con esta festividad, ya que se baraja que su nombre viene o de las tiras de piel, denominadas Februa, utilizadas en este ritual, o de la deidad sabina Februo o del sobrenombre de Juno Februalis, la que purifica.
El inicio de este ritual se da en la gruta del Lupercal, en la cual Rómulo y Remo fueron amamantados por la loba. En esta gruta, situada en el monte Palatino, se sacrifican varias cabras y un perro [Ovidio (Fasti II, 361)], ambos considerados como animales impuros.
Después del sacrificio, dos jóvenes se acercaban al altar, y eran ungidos en la frente con la sangre del cuchillo utilizado durante el sacrificio [Plutarco (Romulus, 21,10)], a continuación se les limpiaba la sangre con un pedazo de lana empapado en leche, y los dos jóvenes entonaban unas carcajadas rituales.
Con la piel de los animales sacrificados se realizaban unas tiras de cuero denominadas februa. Así los Lupercos, vestidos con las pieles de los animales sacrificados [(Justiniano 43, I, 7)], o bien desnudos según otros autores (Ovidio, Fasti II, 267, 300), iniciaban una carrera frenética alrededor del monte Palatino donde azotaban y fustigaban con sus februa a todo aquel que encontrasen a su paso, sobretodo a las mujeres, para asegurar su fertilidad, ya que ser azotado por los Lupercos era un acto de purificación, denominado februatio.
Podemos imaginar que el clima general durante la celebración de estas carreras era de desenfreno y frenesí, así algunos autores como Cicerón se avergonzaban de haber visto participar a conocidos suyos en esta festividad. Además seguramente esta festividad estuviese acompañada también de un banquete ritual con la carne de los animales sacrificados y regada de bastante vino [Valerio Máximo (II, 2,9].
El origen de esta festividad según nos relata Ovidio (Fasti II, 425-452) se sitúan en el reinado de Rómulo y Remo, donde las Sabinas tras ser raptadas por los latinos, perdieron su esterilidad. Tras consultar el oráculo de la diosa Juno, en el bosque Esquilo, ésta respondió: » Italidas matres, inquit, sacer hircus inito!» (Que un cabrío sagrado penetre las mujeres de Italia), por lo que un adivino etrusco reinterpretó esta enigmática frase dando inicio al citado ritual.
Los Lupercos constituían una cofradía de sacerdotes, elegidos anualmente entre los ciudadanos más ilustres de la ciudad. En los orígenes de esta festividad debían ser adolescentes que habían vivido de la caza y el merodeo en el bosque, es decir, como lobos-humanos, en su etapa de transición a la edad adulta.
A pesar de que en el año 100 a.C., algunos autores ya consideraban esta festividad como “licenciosa”, ya que es una festividad con una alta carga de sexualidad, durante los años de gobierno de Augusto, las Lupercales recobraron gran importancia, debido a su preocupación ante la falta de nuevos nacimientos entre los ciudadanos romanos. De la importancia de esta festividad también nos hablan algunos textos, ya que nos dicen que la efectividad de estos azotes para la fertilidad de la mujer era mucho más poderosa que cualquier otro conjuro o poción.
También cuenta la tradición que durante estas fiestas las jóvenes introducían en una caja prendas de ropa femenina, después los muchachos iban sacando las diferentes piezas y se emparejaban con su dueña.
El fin de las Luparcales
Es con el emperador Teodosio, con el decreto del año 345 d.C. cuando las lupercales empiezan su fin, ya que declaraba ilegal el paganismo, condenando a muerte la adoración de ídolos y la realización de sacrificios a los dioses antiguos. Por lo que el colegio de Lupercos desaparece y la fiesta comenzó a distorsionarse, y aunque la festividad se seguía celebrando, ésta fue perdiendo su esencia siendo sustituida progresivamente por actos y cantos de carácter festivos pero permitidos.
A pesar de todo esto, su desaparición oficial no se dio hasta un siglo después, bajo el papado de Gelasio (492-496) quien volvió a decretar la desaparición absoluta de esta festividad, aunque para ello, tuvo que cristianizar esta festividad, instituyendo la fiesta de “San Valentín”, mártir cristiano muerto en el año 270 d.C.